Conectividad en pandemia: beneficios ambiguos

Hablar de la importancia de la conectividad me resulta ambiguo. A raíz de la actual pandemia estar conectado es fuente de innumerables beneficios: permite relacionar personas que no podrían hacerlo de otra forma y nos facilita el acceso a información valiosa, en tiempo real, sin movernos de nuestras casas. De hecho, la OMS ha pedido no hablar de distanciamiento social sino de distanciamiento físico y mejorar el contacto social utilizando la internet, esto para proteger la salud mental de las personas.

El bloqueo de las fronteras nos ha llevado al siguiente nivel como consumidores digitales, nuestra demanda de productos ha aumentado en niveles récord y estar conectados ha sido indispensable. Los datos hablan por si solos. Según McKinsey&Company, hoy en el mundo hay más de 200.000 millones de dispositivos conectados, más de 360 millones de compradores online, millones de usuarios en redes sociales y, aparte, cada día se generan ocho veces más datos nuevos que los disponibles en todas las bibliotecas de Estados Unidos.

Hasta ese punto, todo parece ir de maravilla. Sin embargo, entre las falencias que se evidencian como resultado de esta “nueva normalidad” a la que estamos siendo llevados, queda claro que internet también es un signo de fuertes desigualdades y que, al menos en nuestro país, muchos lugares no cuentan ni siquiera con servicio de internet por no cumplir con la demanda mínima. La ONU declaró el acceso a internet como un derecho humano hace algunos años y creo que nos falta mucho por avanzar.

Encontrarnos con personas aisladas, sin acceso a conectividad en medio de una crisis humanitaria que ha trastornado nuestras vidas y que nos deja incertidumbres sobre el futuro, sin duda es un problema que necesita ser atendido de forma inmediata. Mucho hablamos de la importancia de la conectividad para mantener la operación diaria -bien a nivel macro o a pequeña escala- por ejemplo, en la educación.

Profesores y familias en Bolivia hacen un esfuerzo plausible para que nuestros hijos continúen sus aprendizajes pero, una vez más, esto ha significado un aumento en las brechas sociales que muchos demandan hace un tiempo ¿nos habíamos dado cuenta? El acceso a la educación en Bolivia es un derecho y el acceso a internet que hoy permite esa educación, también lo es, aunque la realidad es muy diferente.

Al comienzo mencionaba lo ambiguo que me resulta hablar de los beneficios de la conectividad en pandemia, porque las consecuencias de no tenerla son tan graves que parece ser más lo negativo que lo positivo. Pero una de las lecciones más importantes que podemos resaltar de la crisis actual es que la “nueva normalidad” no puede ser vista sólo como método de supervivencia, sino como el “estado ideal” por el que todos debemos trabajar. Si queremos comenzar a cambiar el mundo, debemos considerar a todo el mundo.

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